20100902


Tomillo - Thymus vulgaris
 ((Reino Plantae - División Magnoliophyta - Clase Magnoliopsida - Orden Lamiales - Familia Lamiaceae - Género Thymus))


El Tomillo, entre las hierbas consideradas sagradas en la antigüedad, se nos presenta en leyendas egipcias, griegas, gitanas, celtas y cristianas.

Los antiguos egipcios, lo usaban por sus cualidades conservadoras y aromáticas en el arte de embalsamar y creían, además, que su perfume guiaba al espíritu del muerto en el tránsito hacia la eternidad.

Entre los gitanos -que dicen provenir de las tierras del Nilo- se consideraba al Tomillo una hierba venerable, pues una antigua deidad egipcia se las dio como ofrenda por algún culto que la llenó de complacencia.

Los griegos llevaban una ramita de Tomillo bajo la coraza, pues su contacto los volvía temerarios en el combate, y porque creían que la planta había nacido de las lágrimas vertidas por Helena de Troya

Los romanos no se quedaban atrás: antes de cada batalla, se lo mezclaba con incienso y se lo encendía en grandes fogatas, en los campamentos. Y tanto ellos como los escoceses, tenían por costumbre beberse un caldo de Tomillo para encender la sangre contra el enemigo.

Los celtas relacionaron al Tomillo con el ‘Santo Grial’, y a veces, en su búsqueda, se dejaban guiar por las matas de esta planta, que enlazaba con la diáspora de los primeros cristianos hacia la Europa del Oeste: aún hoy algunos guías turísticos mencionan el viaje de José de Arimatea a España, a la montaña de Monserrat, llevando el cáliz de la última cena. Se dice que los ángeles celebraron aquel lugar santo haciendo crecer el Tomillo por sus laderas, para que los viajeros calmaran la sed masticando sus hojas.

En las leyendas artúricas se cuenta que las damas, cuando se despedían del caballero que partía a una de sus aventuras, le entregaban un saquito para que llevara colgado al cuello con una rama de Tomillo bendecida o, con arte estudiado en los conventos, bordaban en la ropa de su amado una rama de Tomillo con una abeja.

Durante las procesiones, en la América española, cuando se sacaba en andas al bueno de San Roque –santo de los más queridos entre los humildes-, muchos descendientes de andaluces o castellanos llevaban ramas de Tomillo y Laurel para ser bendecidos, y a ellos acudirían durante el año por sus cualidades sanadoras y protectoras.

Hasta el día de hoy, en muchas zonas de Irlanda, Escocia y el país de Gales, se habla de ‘la infusión de las Hadas’. Se creía que, en ciertas noches del año, si se tomaba un brebaje cocido a base de Tomillo silvestre, llamado ‘serpol’, y uno se echaba a dormir en una colina donde se suponía que vivían las Hadas y Duendes, estos personajes maravillosos se presentarían a conversar y a intercambiar secretos sobre tesoros enterrados.

Igual que con el Romero, de la esencia del Tomillo se preparaban exquisitas bebidas, finos perfumes, un excelente dentífrico y lociones para embellecer el cutis.

Su prestigio de hierba sanadora viene desde antiguo y es tan larga la lista de sus propiedades que en una enciclopedia de las plantas, el autor se pregunta por qué, en vez de darle toda la gloria a la Salvia y al Romero, nadie les discutió el primer puesto comparándolos con el delicado, humilde y oloroso Tomillo.

En casi todas nuestras provincias, el Tomillo es una de esas hierbas a las que se llama ‘de pava o de olla’, pues en las sierras, de donde es oriundo, se pueden distinguir –según me confió una anciana de la comuna ‘El Manzano’, en Córdoba- diferencias entre ambas plantas, destinadas por esas características a ser usadas en tizanas o en la comida, desde sopas a guisos, carnes, verduras y setas. En las zonas serranas de nuestro país, los paisanos saben que la miel más rica saldrá de las colmenas que estén cerca de los campos de Tomillo.

También he visto, en mi infancia, sacudir una rama de esta hierba, a falta de Olivo bendecido en Pascua, para detener la tormenta o silenciar los truenos.

Mi relación con el Tomillo se enlaza a través de las comidas. En un libro encantador –‘La Cocina del Cielo’- su autora dedicó a la comida una dilatada y minuciosa investigación, basada en la búsqueda de recetas con significados religiosos u ocultos. Así, Carmela Miceli nos presenta recetas de la Edad Media que provienen de conventos italianos y españoles, donde ubica el Tomillo en las comidas de Cuaresma, típicas de las recetas de carácter tradicional de ayunos y abstinencias.

((Su aroma enciende la imaginación.))


((Sapere Aude))

3 comentarios:

Anónimo dijo...

el noble tomillo, tiene la virtud de abrir un universo de sabores, en nuestro paladar... gracias amatista.

Ico dijo...

Qué interesante por aqui se dice que con miel y romero es beneficioso para los catarros y los dolores de garganta..

Amatista dijo...

Anónimo:

¿Verdad que sí? El Tomillo tiene su historia grabada en cada pequeña hoja.

((Me pregunto si el impersonal 'Anónimo' te queda cómodo. Digo... a lo mejor no te gusta tu nombre.))

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Ico:

¡Es un gusto saludarla! En general, todas las hierbas son buenas para algo, aunque más no sea para contar una historia...

Más adelante nos ocuparemos del Romero. ¿Ha probado usted lo bien que le sienta a las carnes rojas? Ni qué hablar si va acompañado de un Malbec.

Un beso
!